Reseña || La elegancia del erizo, de Muriel Barbery #LeoAutorasOct

*Cómo llegó el libro a mis manos:
Fuente

Soy firme defensora de que leer un libro en el momento adecuado. Cuando no lo es, parece que las palabras no significan nada, que las páginas están vacías, que ni siquiera hay nada que leer. Sin embargo, cuando sí es el momento, la primera palabra ya encoge tu corazón y te atrapa dentro. Así me pasó con este libro, tras tres intentos de leerlo (siempre en ocasiones equivocadas) pude disfrutar de la magia que contiene.

*Argumento:

Paloma y Renée son dos habitantes del número 7 de la calle Grenelle, un inmueble burgués de París. Sin embargo, no sólo los pisos las separan, sino su condición social: mientras que Renée es la portera, Paloma es la hija menor de una familia rica e hipócrita. Por un lado, Renée se esfuerza por ser la portera típica: descuidada, cotilla, gentil, pero en su interior lo que nace es amor a la filosofía, a la literatura, al arte. Por otro, Paloma a sus doce años ha decidido que quiere suicidarse y quemar la casa de su familia en el acto. Está harta de un mundo que no comprende, donde las altas esferas son sucias y vacías. Antes de morir, quiere dejar por escrito un diario con reflexiones en las que incluye a varias personas de su ambiente familiar.

Pero la llegada de un nuevo miembro al edificio hará que estas dos mujeres se encuentren: Kakuro Ozu. Este japonés descubrirá el secreto de Renée y verá en Paloma una luz que no es común en niñas de su edad ni de su clase social. Paloma y Renée comenzarán a pasar más tiempo juntas, incluso la madre de la primera decidirá dejársela a la portera como si fuera su canguro. Por otro lado, Renée y Kakuro establecerán una relación más allá de la amistad, pero que por miedo e inseguridades, jamás llega a hacerse realidad.

Un día, mientras Renée trabaja en la portería, ve que un hombre va a ser atropellado, saliendo ella en su ayuda. Sin embargo, el accidente le pilla a ella, muriendo en el instante. La muerte de Renée hace que las vidas de Kakuro y Paloma cambien. Ella ya no quiere quemar la casa ni suicidarse, quiere vivir por haber conocido a personas tan maravillosas como ella.



*Crítica:


No considero que este libro sea uno de mis favoritos, pero sí que es un libro con mucha magia. Hay reflexiones tan profundas, ideas tan brillantes, personajes tan complejos... Siento que es un libro que no termina, que se queda. Los personajes principales (Renée, Paloma, Kakuro...) son tan especiales que se guardan un hueco en tu corazón irremediablemente. 

Sin duda mi parte favorita ha sido el diario de Paloma. Sus reflexiones al principio me resultaban extrañas viniendo de una niña de 12-13 años, pero al final la edad es lo menos importante. Te hace replantearte ciertas cosas, y además, en mi caso, ha llegado en el momento oportuno. El diario de Paloma me esconde en algunos fragmentos, siempre en los más duros, aunque no puedo identificarme con ella social ni económicamente hablando.

El personaje que me llevo en su totalidad es Renée Michel, con su gratitud, su inteligencia, su moralidad y su forma de ser. Creo que nunca acaba, que sus pensamientos van más allá del libro y que es, efectivamente, tan elegante como un erizo.

El final a mí me rompió en mil pedazos. Las declaraciones de Paloma son las mismas que quiero hacer yo cuando sea capaz de creer en alguien con tanta devoción.


*Citas destacadas:



A la belleza se le perdona todo, incluso la vulgaridad.

En el calor de la sala, al borde del llanto, feliz como nunca me había sentido, sostuve su mano tibia por primera vez desde hacía meses. Sabía que una oleada inesperada de energía lo había hecho levantarse de la cama, le había dado la fuerza de vestirse, la sed de salir, el deseo de que una vez más compartiéramos ese placer conyugal, y sabía también que era la señal de que quedaba poco tiempo, era el estado de gracia que precede al final, pero no me importaba y sólo quería disfrutar de aquello, de esos instantes que le robábamos al yugo de la enfermedad, de su mano tibia en la mía y de las vibraciones de placer que nos recorrían a ambos porque a Dios gracias era una película cuyo sabor podíamos compartir.

Colombe es tan caótica en su interior, tan vacua y tan llena de cosas a la vez, que trata de poner orden dentro de sí misma limpiando y guardando cada cosa en su sitio. (...) Pero a mí, lo que me asusta de Colombe es que muchas veces tengo la impresión de que no siente nada. Todos los sentimientos que demuestra son falsos, tan artificiales, que me pregunto si de verdad siente algo. Y a veces me da miedo. A lo mejor está loca de atar, quizá trata por todos los medios de sentir algo auténtico, y tal vez este a punto de llevar a cabo un acto absurdo.

¿Dónde se encuentra la belleza? ¿En las grandes cosas que, como las demás, están condenadas a morir, o bien en las pequeñas que, sin pretensiones, saben engastar en el instante una gema de infinitud?

Cuando estoy angustiada, me recluyo en el refugio. No hace falta viajar; me basta ir a las esferas de mi memoria literaria. Pero ¿qué distracción hay más noble, qué compañía más distraída, qué contemplación más deliciosa que la de la literatura?

La señora Michel tiene a elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.

Por mucho que sepa que el mundo es feo, no tengo ganas de verlo.

¿Se puede tener un corazón negativo, un alma hueca?

No hay nada más despreciable que el desdén de los ricos por el deseo de los pobres.

Porque lo bello es lo que se coge en el momento en que ocurre. Es la configuración efímera de las cosas en el momento en que uno ve al mismo tiempo la belleza y la muerte. (...) Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.

¿Se puede superar la puesta en escena que uno hace de su propio castigo?

Durante un segundo he creído haber encontrado mi vocación; he creído comprender que, para cuidar de mí, tenía que cuidar de los demás, o sea, de los que son cuidables, de lo que se pueden salvar, en lugar de carcomerme por dentro porque no puedo salvar a los demás. Entonces qué, ¿debería hacerme médico de mayor? ¿O escritora?

A partir de ahora buscaré los siempres en los jamases. La belleza en este mundo.


Comentarios