Reseña || Sentido y Sensibilidad, de Jane Austen


*Cómo llegó el libro a mis manos:
Es el primer libro que es un misterio: nadie sabe cómo llegó a mi estantería (si fue de algún familiar, si fue un regalo), ni yo misma sé qué me impulsó a leerlo.


*Argumento:
El padre de los Dashwood fallece, dejando a su esposa con cuatro hijos, John, Elinor, Marianne y Margaret. Con el dinero que les queda a la señora Dashwood y a sus tres hijas, consiguen una pequeña casa en Devonshire, lejos del bullicio de Londres. Allí conocerán a multitud de personas que harán su estancia de lo más agradable, sin embargo la relación entre Elinor y su pareja, Edward Ferrars, se aleja debido a su partida de Norland.

Mientras pasea por el campo de su nuevo hogar, Marianne sufre una caída. Afortunadamente, Willoughby, un apuesto caballero, la recoge y la lleva en brazos hasta su casa. Desde ese momento, comienzan una historia de amor pasional, hasta que Willoughby debe marchar.

Una conocida de la familia, la señora Jennings, ofrece a Marianne y a Elinor pasar un tiempo en su compañía en su casa. Pese a los inconvenientes que ambas hermanas ven, deciden acudir por educación. En la misma ciudad donde van es donde permanece Willoughby tras su marcha, por lo que Marianne le envía varias cartas y tarjetas diciéndole que su amor sigue siendo el mismo que era, pero jamás recibe una respuesta.

Por otro lado, Elinor se encuentra con Edward, quien aún no había ido a visitarlas a la casa de la señora Jennings pese a saber que estaban allí. Junto a él aparece una joven, Lucy Steele, quien, en confesión amistosa, le cuenta que lleva cuatro años de relación con Edward Ferrars. Elinor queda sorprendida, pues había mantenido con él una relación sin ser consciente de nada. Pese a esto, mantiene la compostura y guarda el secreto de la señorita Steele.

Por terceras personas, Marianne descubre que su amado Willoughby está comprometido con una tal Eliza, sobrina del coronel Brandon, quien estaba enamorado de ella. Así, recibe una carta de Willoughby donde le dice que le devuelve todas sus pertenencias y que no quiere saber nada de ella. Marianne cae en una terrible enfermedad, pues creía que su amor era puro y único. 

Una noche, en la que Marianne estaba al borde de la muerte debido a su enfermedad, Willoughby aparece en su casa y pide a Elinor que le escuche. Le cuenta que comenzó la relación con su hermana por puro egoísmo, pues estaba interesado en su nivel económico, pero después, cuando se marchó se dio cuenta de que aún la amaba. Pese a estar comprometido, sentía un gran amor por Marianne, y guardó consigo todas las cartas que le escribía, hasta que su esposa encontró todo y redactó la carta en la que le pedía a Marianne un adiós definitivo. Willoughby se sentía terriblemente apenado, pero debía marchar, pues ya había hecho suficiente daño.

Marianne, finalmente, pudo recuperarse de su enfermedad y volver a Devonshire junto a su madre y sus hermanas. Allí, Elinor le cuenta sobre Willoughby y ésta decide que no quiere saber nada de él, pues habría sido muy infeliz a su lado. Así, el interés entre ella y el coronel Brandon se incrementa, llegando a formar una pareja en la que ambos se aman con todo el corazón.
Por otro lado, Edward se presenta en su casa a pedir la mano de Elinor, pues la señorita Lucy Steele no llegó a casarse con él, como se creía, sino con su hermano Robert Ferrars. Elinor acepta y comienzan a ser felices de nuevo.



*Crítica:
Imagen de Reading is a journey...
La novela nos plantea una dualidad clara entre la forma de ver y sentir el mundo de Elinor, sentido, y Marianne, sensibilidad. Al comienzo son dos personas que se diferencian claramente y que no comparten apenas rasgos, como si viviesen en dos mundos diferentes respecto al amor y a las situaciones. Sin embargo, conforme va fluyendo la trama, vemos como Marianne tiene deseos de parecerse a su hermana, pues ella mantiene la compostura ante las peores situaciones (como su encuentro con la señorita Steele, que hasta a mí me habría hundido por completo). 
La evolución de los personajes es clara y lineal; incluso personajes que odiabas pueden hacerte sentir compasión sin apenas esperarlo, como sucede con Willoughby y su confesión a Elinor. Sin embargo, ha habido un personaje que desde el principio hasta el final se mantiene en una posición insulsa, plana y sin profundidad: Edward Ferrars, cuya simple mención en la historia me hacía sentir aburrida.
En esta obra queda perfectamente plasmada la sociedad de la época y cómo la mujer es simple mercancía: tiene un precio, tiene un destino (casarse) y tiene un papel en la sociedad (calmado, digno, altivo).

Como punto final, me gustaría decir que hay una actitud lectora que me enfada. He leído muchas críticas negativas hacia este libro que me parecen infundadas y me gustaría decir porqué. Hay gente que dice, parafraseo: después de leer Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad me ha sabido a poco, tiene diálogos insulsos y una trama sin interés por sí misma. Ante esto me gustaría decir que Sentido y Sensibilidad fue la primera obra de Jane Austen, publicada en 1811, mientras que Orgullo y Prejuicio fue publicado en 1813, es decir, transcurren dos años entre ambas publicaciones. En esos dos años, la autora pudo mejorar su estilo, sus diálogos y la profundidad de sus personajes, pues se suele tener una evolución narrativa con el paso de los años. Por lo tanto, me parece injusto clasificar con tales palabras a este libro, sólo por no poder apreciar la evolución de una escritora o por no haber leído la obra en orden cronológico a su publicación (que permite apreciar la evolución en sí misma).


*Citas destacadas:

Mamá, cuantas más cosas sé del mundo más convencida estoy de que nunca encontraré a un hombre al que pueda amar de verdad. ¡Exijo mucho!

No es el tiempo ni la ocasión lo que determinan la intimidad: es únicamente la disposición.

Mis sentimientos no son a menudo compartidos, ni a menudo comprendidos. Pero a veces lo son.

Conoce demasiado bien su propio valor para sentir falsa vergüenza -replicó Edward-. La timidez es sólo el efecto de una sensación de inferioridad de un sentido u otro.

Detesto toda clase de palabrería, y a veces he reservado para mí mis sentimientos, porque soy incapaz de encontrar un lenguaje que los describa que no esté gastado y trillado y haya perdido su sentido y su valor.

Estamos en la misma situación. Ninguna de las dos tiene nada que decir; tú, porque no te comunicas, y yo porque no escondo nada.

Por vosotras harías más de lo que haría por mí. Pero ¿fingir que soy feliz cuando soy tan digna de compasión...? ¡Oh! ¿Quién puede exigírmelo?

He sufrido los castigos del amor sin disfrutar de ninguna de sus ventajas. 

En cuanto a ser feliz, trataré, en lo que pueda, de sobrevivir en este mundo.

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