Reseña || Carta al padre, de Franz Kafka

*Cómo llegó el libro a mis manos:
Sabía de su existencia al igual que sabía cómo de necesario era leerlo justo ahora.

lámina de la obra que creó Arturo Valdez sobre las hojas de Carta al Padre, mostrando su concepto de paternidad

*Argumento:
Franz Kafka escribe una carta a su padre Hermann con el fin de poder desahogarse de esa crítica interior que ha guardado dentro de sí acerca de la actitud que éste ha tenido con él durante su infancia y su etapa adulta. Esperando poder tener una relación más estrecha con su padre, Franz Kafka le entrega la carta a su madre para que ella a su vez se la entregase a su padre y éste pudiera leerla. Sin embargo, esto nunca ocurrió y el padre jamás leyó la carta.
En su escrito, se nos narra la educación que recibió de su padre, siendo en los primeros años de tal dureza que sólo consiguió que Franz Kafka arrastrase una presión en todos sus actos. Esto tuvo como consecuencia la inseguridad en su vida adulta, en la que no supo cómo actuar, pues todo para él eran incógnitas que la educación de su padre no había podido resolver.  Su padre tuvo actitudes muy severas, tanto con él como con sus hermanas, equivocación que le reprocha a lo largo de la carta.
El padre, además según nos cuenta Kafka, nunca permitió que él se pudiera expresar libremente o tomar las decisiones que él quería tomar, pues todo aquello que disfrutaba su padre lo cubría de una oscura negatividad. Kafka sólo quería liberarse de esta inseguridad, por lo que trató de contraer matrimonio en varias ocasiones (de formas muy precipitadas), hecho al que el padre se negó.
A diferencia de alguna de sus hermanas, él no había podido desligarse de la figura de autoridad del padre, pues eso suponía dejar atrás la familia y él no quería dejar en el olvido a su madre.
Como conclusión de la carta Kafka culpabiliza al padre de haber hecho que su vida fuese una auténtica pesadilla.

Kafka, respecto a su relación con su padre, dijo: "Mis escritos trataban de ti, no hacía más que depositar en ellos las quejas que no podía hacerte directamente, apoyado en tu pecho".

*Crítica:
El punto clave de este libro es poder sentir una empatía con el protagonista, en este caso el mismo autor: Franz Kafka, y esto se consigue gracias a la representación tan cercana de la agonía vital y del sufrimiento que éste siente. Para la narración una expresiones comunes que agilizan mucho el desarrollo, pero que son tratadas de modo poético, y terminan por profundizar más de lo que posiblemente el autor quería: ir directo al padre. 
La carta sirve como ejemplo de una educación no ideal, una educación que nadie debería elegir como voluntad propia y que en este libro queda "justificada" (entre comillas, porque realmente no tiene justificación alguna) por la vida tan dura que ha llevado el padre y que queda reflejada en sus actos. Es una educación basada en tres principios: inferioridad, poderío y miedo. Se fundamenta al igual que los grandes estados tiránicos con los cuales Kafka asemeja a su padre. Estos principios en la educación que leemos en la obra se desarrollan de la siguiente manera: inferioridad de los hijos ante el padre y poderío del padre ante los hijos, dando lugar a una relación basada en el miedo y en la sumisión hacia la figura de autoridad. Esta educación tiene como consecuencia lo que bien nos muestra Kafka: inseguridad, opresión vital, angustia y miedo a no poder ser libres nunca de esa figura tan aplastante con la que se dibuja el padre. 

Girando la mirada hacia el punto de vista personal, las palabras de Kafka me han dolido mucho. He sido él durante más de setenta páginas, sintiendo y viviendo todo con la misma intensidad que intenta camuflar en sus letras. La empatía produce en el lector la posibilidad de disfrutar esta carta y no de verla como un ataque de un hijo a un padre por no poder perdonar.

*Citas destacadas:

A ti la cosa siempre te ha resultado muy sencilla, al menos en la medida en que has hablado de ella delante de mí y delante -indiscriminadamente- de muchos otros.

En cualquier caso éramos tan dispares y en esa disparidad tan peligrosos el uno para el otro.

Es muy posible que, aunque hubiese crecido completamente libre de tu influencia, tampoco habría podido llegar a ser la persona que tú habrías deseado.

Aquello fue sólo un pequeño inicio, pero la sensación de nulidad que muchas veces se apodera de mí (una sensación por otra parte y en otros aspectos, también noble y fructífera) se debe mucho a tu influencia. (...) Pero aparte de que a la edad que tengo ya soy casi insensible a los estímulos, de qué me iban a servir, si sólo llegan cuando no se trata de mí en primer término. 

Tú estabas dotado para mí de eso tan enigmático que poseen los tiranos, cuyo derecho está basado en la propia persona, no en el pensamiento. 

Yo podía disfrutar lo que tú dabas, pero sólo con sonrojo, cansancio, debilidad, sentimiento de culpa. Por eso sólo podía darte las gracias por todo como dan gracias los mendigos, no con hechos.

Si quería huir de ti, tenía que huir de la familia.

Si comenzaba a hacer algo que no fuera de tu gusto tú me amenazabas con el fracaso, el respeto por tu opinión era tan grande en mí, que el fracaso, aunque fuese mucho más tarde, era irremediable. Perdí la confianza en mis actos. Yo era inconstante, indeciso. A medida que fui creciendo aumentó el material que podías señalar como testimonio de mi inutilidad; poco a poco, en ciertos aspectos, comenzaste a tener razón.

En este punto, basta simplemente recordar cosas pasadas: frente a ti, yo había perdido la confianza en mí mismo, adquiriendo en su lugar un inmenso sentimiento de culpabilidad.

Precisamente cuando era pequeño, yo me consolaba un poco en este unto con la desconfianza que sentía frente a mi manera de ver las cosas, y me decía a mí mismo: "Estás exagerando, tienes la sensación, como le pasa a la gente joven, de que la cosa más insignificante es una gran excepción". Pero ese consuelo casi lo he perdido más tarde, según aumentaba mi conocimiento del mundo.

No es necesario volar hasta el centro del sol, sino arrastrarse hasta algún pequeño lugar limpio de la tierra, donde luzca el sol alguna vez y pueda uno calentarse un poco.

La avaricia es sin duda una de las señales más auténticas de una profunda pena.

Desde que sé pensar he tenido tan hondas preocupaciones relacionadas con la afirmación espiritual de la existencia que todo lo demás me era indiferente.

La opinión que tenía de mí dependía de ti mucho más que de ninguna otra cosa.

Es como si uno tiene que subir cinco escalones bajo y otro un solo escalón, pero tan alto, al menos para él, como esos cinco juntos; el primero no sólo subirá esos cinco sino cien mil más, habrá llevado una vida intensa y esforzada, pero ninguno de los escalones que ha subido habrá tenido para él una importancia semejante a la que tuvo para el otro aquel escalón primero y único, demasiado alto para las fuerzas de que dispone, un escalón que no puede remontar y más arriba del cual, evidentemente, tampoco llegará nunca. 

Creo que nunca me has humillado más con tus palabras y que nunca me has mostrado más claramente tu desprecio.

A veces me imagino un mapamundi completamente desplegado y a ti extendido transversalmente sobre él. Y entonces me parece como si yo sólo pudiese vivir en las zonas que tú no cubres o que no están a tu alcance. Y, conforme a la idea que tengo de tu tamaño, esas zonas no son ni muchas ni muy acogedoras.

Pero mucho más importante al respecto es el miedo en cuanto a mí mismo. Eso hay que entenderlo que con mi quehacer literario y con todo lo relacionado con esa actividad he hecho pequeñas tentativas de independencia, tentativas de evasión de mínimo éxito, que apenas llevarán más lejos, hay muchas cosas que me lo confirman. Y sin embargo es mi deber, o mejor dicho, la esencia misma de la vida, velar por ellas, no dejar que se acerque a ellas ningún peligro que pueda ahuyentar, y si siquiera la posibilidad de tal peligro.

Como es natural, las cosas no pueden encajar unas con otras en la realidad como encajan las pruebas en mi carta, la vida es algo más que un rompecabezas; pero con la corrección que resulta de esa objeción, una corrección que no puedo ni quiero exponer con detalle, se ha llegado, a mi juicio, a algo tan cercano a la verdad que nos puede dar a ambos un poco de sosiego y hacernos más fáciles la vida y la muerte.

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